palomazos

Una sección en donde nuestros colegas artistas nos acompañan
en el escenario, pero en esta ocasión utilizando la palabra escrita.



La inverosímil historia de la Peña Morelos

Primera Edición

Por Diego Cornejo Choperena

para Mauricio Castro,

Cuauhtémoc García Arteaga,

Enrique "Karuky" Hernández,

Nacho Morán,

Blanca Montaño,

Laura Leal Sorcia,

Sergio Ordoñez "El Huevo",

Sergio Urquieta

y para mi hermana Sara.



Desde un principio tuvo algo de inverosímil. Para empezar, por aquellos tiempos, 1974, nadie imaginaría, incluido yo, que más adelante, una canción como la anterior se escucharía en una de las calles del barrio, interpretada por el mismo Grupo Sanampay, conformado por músicos argentinos exiliados en México debido a la dictadura que asolaba a su país; como tampoco nadie creería que la Peña Tepito (antecedente de la que sería conocida como Peña Morelos) iniciaría su labores culturales (con un fuerte contenido ideológico izquierdista) en el juvenil y conservador Grupo Emaús que ensayaba sus coros para las misas de jóvenes en la tradicional vecindad conocida como el Trece de la Plaza de Bartolomé de las Casas, frente al terroso campo de futbol, hoy conocido como Maracaná, que se halla a un costado de la Iglesia de San Francisco de Asis, en el corazón del barrio de Tepito.

Un despistado Mauricio Castro, vecino de la calle de Costa Rica, llegó al grupo que se reunía en la vivienda del célibe Mario Olivares (qepd) para invitar a los jóvenes, hombres y mujeres, a conformar una peña. Éstos, entre chacota y ensayo, lo escucharon divertidos y sin saber bien a bien de qué se trataba la propuesta, sin ninguna interrogante, la aprobaron y continuaron con su cotorreo, sus flirteos y su ensayo para el domingo, a las ocho de la noche, en la misa juvenil de la iglesia de San Panchito.

Mauricio venía de conocer la experiencia de otra iglesia del barrio, la que dirigía el sacerdote Federico Loos -promotor de cooperativas, guarderías infantiles, bibliotecas, telesecundarias, preparatorias populares, etcétera, que después de la última misa dominical reunía a sus feligreses para discutir los temas sociales, económicos y políticos, que concernían al barrio y al país-. Este párroco ejercía su vocación de vanguardia en la cercana iglesia de la Divina Institución, en la calle de Vidal Alcocer. Tal vez por ello, el joven Mauricio pensó que en el Grupo Emaús encontraría un ambiente similar al generado por Federico Loos entre sus feligreses. Pero no fue así, al contrario, Mario Olivares se alarmó, de inmediato creyó husmear la azufrada pestilencia del comunismo exhalada en los primeros eventos realizados por la Peña Tepito y en las canciones que, por iniciativa de los integrantes de la nueva peña, fueron propuestas para que interpretara el coro Emaús, ahora acompañándose con bombo y zampoñas andinas.
 
Unos meses después, luego de que el grupo de músicos regresara de un viaje a Campeche al que fueron invitados por estudiantes originarios de ese estado y que pertenecían a la Casa del Estudiante -durante el cual habían interpretado canciones del Victor Jara, Violeta Parra, Qilapayún, Intillimani, en calles y plazas, en auditorios de escuelas rurales, antecediendo agresivos discursos opositores expresados a voz en cuello por sus anfitriones, en contra de la sempiterna dictadura priísta que nos asolaba por aquellos años-, los intérpretes que no pertenecían a la peña, muy asustados narraron sus experiencias a Mario Olivares.

La reacción de Mario fue inmediata, trajo al trece de Bartolomé a personajes conservadores ligados políticamente al Partido Acción Nacional (PAN), para impartir pláticas y adoctrinamiento de contenido tan arcaico que provocaron discretas risillas entre el joven público oyente.

Por aquel tiempo, dentro del grupo Emaús, una vez conjuntado el reducido grupo de integrantes de la Peña, en la pequeña habitación se recibieron las visitas de personajes como el ameno y profuso Juanito de la Cabada (qepd), el excelente caricaturista Rogelio Naranjo, el joven escritor Guillermo Samperio, el intelectual Carlos Monsiváis... De igual manera, por ahí ya se habían aparecido Armando Ramírez, reconocido por haber escrito su novela Chin Chín el Teporocho y Daniel Manrique, muralista iniciador del Tepito Arte Acá.

Para mí fue extraordinaria la experiencia de retocar murales en la calles y pintar yo mismo un mural en la fachada de la vivienda de Mario Olivares, bajo la discreta mirada de Daniel Manrique, Bernal y otras artistas del pincel invitadas por los pintores identificados con nuestro barrio.

Entretanto, una juvenil orquesta de cámara dio un concierto en el patio del Trece de Bartolomé y, en la iglesia de San Panchito, se presento un recital del coro de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Orbis Tertius, cuarteto de jazz, y la compañía de teatro de la Universidad Veracruzana (UV) también se presentaron en distintos lugares del barrio. De igual manera, entre otros muchos eventos, en el amplio patio de la vecindad se representó una pastorela y el intérprete del antagónico demonio, Cuauhtémoc García Arteaga, regresó días después de su actuación para integrarse a la Peña; como lo hizo Enrique "Karuki" Hernández y su amigo César, intérpretes de música latinoamericana. Ellos se unieron a Miguel Mejía, Diego y Sara Cornejo, del grupo Emaús; por medio de la invitación de Mauricio Castro también se habían unido a la inédita aventura cultural, Rodolfo Hernández, Guadalupe Arteaga y Mario Puga, jóvenes vecinos del barrio.

En eso estábamos, cuando, en 1975, durante una de nuestras diarias reuniones nocturnas en el grupo Emaús, sin ser esperado, apareció Gabriel Retes, destacado y joven director de cine mexicano, acompañado de Armando Ramírez. Retes tenía planeado realizar una película basada en la novela Chin Chin el Teporocho y, por ello, buscaba algunas locaciones en vecindades y calles del barrio. Como preámbulo y como ambientación para los actores, en el grupo Emaús (futuros extras de cine), durante las siguientes semanas, presenciamos algunas reuniones y lecturas del guión de la película. La filmación se inició el 29 de septiembre de ese año. Actuaron Carlos Chávez (José Rogelio González Galindo, Chin Chin), Jorge Santoyo (Gilberto), Jorge Balzaretti (Víctor), Abel Woolrich (Rubén Gutiérrez), Tina Romero (Michele), July Furlong (Agnes), Diana Bracho (Sonia), Luis Torner (Pedro), Juán Peláez (Marcos), Tina French (La Güera), Dolores Berinstáin (Doña Chole La Pindonga), Ignacio Retes (Don Víctor), Leonor Llausás (Estela, esposa de don Víctor), Lucila Blazaretti (Manuela), Aarón Hernán (Don Pepe), Guillermo Gil, Federico Romano, Rubén Monterrubio, Enrique Ontiveros, José Luis Avendaño, Cruz Avilés. Esteban Ríos, Eugenio Cobo, Elsa Benn, Ivette Reyna, David Rencoret, Alonso Guzmán, Roberto Ruy, Gonzalo Llora, Manuel Garay, Armando Ramírez. (Datos tomados de: http://www.geocities.ws/jesus_3/Chinchin.html).

Mientras tanto, por aquellos meses, José López Portillo, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y futuro "presidente de la república" -por obra y gracia del "dedazo" de Luis Echeverría Álvarez, jefe del ejecutivo federal de ese entonces), sin oposición -el partido Acción Nacional (PAN) no postularía candidato y el Partido Comunista de México (PCM) estaba proscrito por el gobierno-, se daría una vueltecita por el barrio de Tepito para "empaparse" de pueblo antes de lucir su banda presidencial sobre el pecho.

Luego de la aventura cinematográfica vino nuestra separación del grupo Emaús. De repente, Mauricio nos comentó que la peña debía abandonar el 13 de Bartolomé. No dijo porqué (aunque, en mi caso, ya lo suponía, como los otros). Respetamos su silencio. Cuando salimos a la calle, un grupo de chavos maloras de Emaús quisieron agredir a Mauricio; nada más hicieron el intento y, finalmente, sin bronca, los mismos que dimos inicio a la peña, los mismos que nos fuimos. Ninguno de nosotros se quedó en la habitación repleta de murales pintados por Daniel Manrique y compañía. El mural que pinté en la fachada de la vivienda de Mario, pasado el tiempo, fue cubierto por una fea capa de pintura verde.

¿Quién o qué obligó a Mauricio a tomar tal determinación? ¿Habladurías sobre su vida íntima y personal que a nadie debe importar? ¿Presiones por las acusaciones de rojillo que caían sobre él? ¿Amenazas? ¿De quién y de qué tipo? Nunca lo supimos ni nos interesó. Nuestro único objetivo, a partir de ese momento, sin mirar atrás, fue continuar con el proyecto de la peña, ahora denominada Peña Morelos.

En lo personal, el ambiente de marginación que en ese momento se sentía en el grupo Emaus en contra de la peña, además de apesadumbrado, ya me tenía predispuesto a la pronta salida. Así pues, no me sorprendió el tener que abandonar la tradicional vecindad, como, creo, tampoco lo resintieron los otros "exiliados". Tal vez, sin sustento alguno, intuíamos que vendría algo mejor, como sucedió...

Después de un peregrinar que nos llevó a la Universidad Obrera y al mercado Avelardo L. Rodríguez en donde, entre murales de discípulos de reconocidos muralistas de la postrevolución mexicana, realizamos eventos y montamos dos obras de teatro, una en contra del imperialismo yanqui y otra en base a la letra de La maldición de la Maliche, canción de Gabino Palomares...

Sin embargo, en este lugar permanecimos poco tiempo: como habíamos invitado a dar una conferencia a René Villanueva, opositor declarado de los gobiernos priístas y miembro del grupo de música Los Folkloristas, nos corrieron de ese lugar. Ni modo, como última alternativa, fuimos a parar al nuevo departamento de Mauricio Castro, en el edificio marcado con el número 20 de la calle Labradores.

¡Y ahí empezó a gestarse lo mejor de la Peña Morelos! Para empezar, nos encontramos con la libertad de planear y hacer lo que mejor nos pareciera sin que nos censuraran y nos pusieran de patitas en la calle. Pronto se unirían al grupo de la peña, las habitantes y el habitante de la vecindad conocida como el Cajón del Muerto: Blanca Montaño, Guadalupe Hernández y su padre Felipe Hernández (quien empezaría a diseñar e imprimir en serigrafía, en la Escuela de Pintura de San Carlos, nuestros primeros carteles ¡sobre papel periódico de desperdicio! También, más adelante, diseñaría la carpeta en serigrafía de la colección Cuentos del Barrio que contendría siete carteles-cuento, con siete distintos escritores -entre ellos, Juan Villoro, mexicano, Miguel Donoso Pareja, ecuatoriano, Regino Pedrozo, cubano-, ilustrados por 7 artistas, entre ellos Ana Luisa Barreto, Arturo Pastrana, Salvador Carrillo, Antonio Ramírez, León Chávez Texeiro...) Nacho Moran, aspirante a músico y actor, ya rondaba en la peña. Lo mismo que Martín, el Porro...

Desde el principio, tal vez por ser gente de barrio, sin protagonismos ni caudillismos ni pretensiones individualistas, de manera natural, sin calcularlo ni establecerlo en rígidos reglamentos, nos organizamos de manera horizontal. En conjunto proponíamos, planeábamos y organizábamos. Mauricio, que siempre fue el que coordinó al grupo, poseía una agenda extraordinaria, pues contenía nombres, direcciones y números telefónicos de ¡todo mundo! (él se había titulado en Ciencias de la Comunicación en la Universidad Veracruzana y había trabajado y continuaba trabajando, por ese entonces, en algún departamento de cultura de equis secretaría del gobierno federal). En su dichosa agenda lo mismo tenía apuntado el número telefónico de la tiendita de enfrente que el de la maestra Eugenia Revueltas, en Punto de Partida de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); el de la Orquesta Sinfónica Nacional o el de Amparo Ochoa junto al de Anthar y Margarita y su Peña Tecuicanime; tampoco faltaba el teléfono del grupo La Nopalera o el del Grupo Víctor Jara; o el de Chava Flores y de Oscar Chávez; o el del Sonido Casa Blanca acompañado en el largo listado por el de Tiberio y sus Gatos Negros... así, casi hasta el infinito...

Pero además de contar con esa excelente agenda de Mauricio Castro Morales, durante esos años, setentas y ochentas del siglo pasado, también nos encontramos, paso a paso, a la vuelta de cada esquina, con algo invaluable que, para los tiempos que vivimos en estos días, resulta inverosímil: una solidaridad compartida, comunitaria, a toda prueba (inimaginable para el neoliberalismo mezquino, rapaz y depredador de hoy en día).

Tan importante e indispensable fue, que sin esta solidaridad las puntuales programaciones semanales y de aniversario hubieran sido imposibles de llevar a cabo, sobre todo debido a nuestras grandes carencias económicas, pues no contábamos con un sólo centavo, ni individual ni colectivamente. Nunca recibimos financiamiento, ni clandestino, ni institucional, ni particular, pero sí se nos otorgó muchísima solidaridad. ¡Por ello, por esa solidaridad invaluable, los eventos siempre fueron gratuitos, en plena calle, para todo público!

Además, completando todo lo bueno que en la Peña Morelos se conjugó durante esos años, lo que hicimos lo hicimos, lo escribo con orgullo, con una ingenua vocación revolucionaria y con un cristalino deseo de dar una firme lucha cultural en contra del corrupto y abrumador priísmo (representado, en su máxima expresión, por los líderes obreros, "charros", Fidel Velázquez, Leonardo "la Güera" Rodríguez Alcaine, y de maestros, Carlos Jongitud Barrios; por los presidentes represores, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y su heredero José López Portillo) establecido durante tantas décadas en nuestro país. Este anhelo lo compartíamos con casi todos a los que recurrimos: grandes y pequeños, vecinos del barrio y artistas o intelectuales nacionales o extranjeros, que de inmediato se emparejaban a nuestro lado, sin cobrar un sólo centavo.

Lo mismo Julia Marichal nos dio clases de actuación, que el caricaturista Magú nos obsequio una de sus obras para ilustrar un cartel. Incluso, los vecinos anónimos llegaron a facilitarnos un camión de mudanzas (nomás teníamos que conseguir para la gasolina) que nos sería muy útil en el acarreo de un piano de Guillermo Briseño; o nos prestaron un pequeño local, habilitado como ínfimo auditorio, para recibir al entrañable escritor ecuatoriano Miguel Donoso Pareja (mi gran maestro literario al que le he quedado a deber tanto, por su apoyo, enseñanzas y solidaridad) o al poeta uruguayo Saúl Ibargoyen.

Una vez emprendido el camino, vinieron las oportunidades que supimos aprovechar: Difusión Cultural de la UNAM nos otorgó un cartel mensual, a dos tintas (elaborado en la Imprenta Madero, diseñado por el magnífico Efraín Herrera. En algunas ocasiones, la hoja la dividimos en tres impresiones, multiplicando la cantidad de nuestros carteles), para difundir nuestros eventos; asimismo, sin oposición de los vecinos, ocupamos una vivienda abandonada en el Túnel, la vecindad marcada con el número 91 de la calle de Labradores. Precisamente afuera, sobre la banqueta, efectuábamos, todos los sábados, a las 7 de la noche, las peñas; igualmente, de los restos que quedaban abandonados durante la construcción de la línea cuatro del Metro (que se iba construyéndose a los largo de Congreso de la Unión y atravesaba Labradores, a unos paso del Túnel; la Estación Morelos del Metro nos quedaría a tres cuadras, hacia el sur), rescatamos armazones de tubos metálicos y tablones que nos sirvieron para habilitar nuestro templete, de 4 por 6 metros aproximadamente.

A ese foro subirían, entre muchísimos otros, el grupo formado en la Peña Morelos (integrado en base al Chiquilín, Ezequiel, Karuki y Quetzalcóatl, Sergio Ordoñez "El Huevo"), el Taller de Investigación, Interpretación y Composición de Música Mexicana (TIICOMM), el grupo de teatro Zumbón, Marionetas de la Esquina, Chava Flores, Óscar Chávez, León Chávez Texeiro, Los Nakos, el grupo Salario Mínimo, Los Musiqueros, el grupo de rock Música Contra Cultura (excelentes intérpretes homosexuales; no todos, me comenta Fernando Morán; aunque todos se presentaban con maquillaje femenino sobre el escenario, sin recibir ninguna expresión de rechazo del público), el grupo On'ta de México...

El grupo de Teatro El Galpón, La Camerata Punta del Este, de Uruguay...

Alfredo Zitarosa, también de Uruguay...

El Taoné y Roy Brown, ambos independentistas de Puerto Rico...

Los Compadres, de Cuba (acompañados por unas botellas del delicioso Ron Habana, cortesía de la embajada de ese país en México)...

Algunos de los grupos, sin objeción, traían su buen equipo de sonido, aunque, para esos tiempos la Peña Morelos ya contaba con el suyo; habíamos dejado de sudar la gota gorda por conseguir cables y micrófonos. Mediante un convenio con Difusión Cultural de la UNAM, El Grupo Víctor Jara (educados músicos de conservatorio entre los que destacaba la voz de la joven Eugenia León) se prestó para hacer algunas presentaciones en varias facultades de la Universidad. El pago recibido (cedido solidariamente por el Grupo Víctor Jara) fue utilizado para comprar una buena consola de sonido, micrófonos y dos grandes bafles. Así, mediante convenios, la Peña Morelos fue adquiriendo lo indispensable: como una pesadísima lona (trabajosamente elevada entre nuevos integrantes de la peña, Sergio Urquieta, el Papirolas, Toño Canica y algunos más que se solidarizaba en esos fatigosos menesteres semanales), cables, enchufes, lámparas, focos, que la habilidad de técnico electricista de Cuauhtémoc, aunada a metálicos botes de chiles, convirtió en 4 o 6 reflectores, con pantallas de color, que iluminaban nuestro foro...

El armar el foro de la peña, templete, lona, luces, lo realizamos cada sábado, puntualmente, durante años, hasta que nos robaron la consola de sonido...

Con esa pérdida empezó a decaer nuestro ánimo colectivo. Ya no nos reanimaron los buenos o malos recuerdos: el nunca recuperado, en un principio, cuando empezábamos a tomar vuelo, de la aduana del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, completo equipo de sonido tramitado y enviado por un hermano de Norberto, un nuevo y muy activo compañero de la peña, desde la ciudad de San Francisco, Cal., Estados Unidos de Norteamérica; la indignación porque el Piloto, un mal día, había desaparecido con los dibujos que Rini Templeton (qepd) había realizado con motivos de la Peña y que nos había obsequiado; la lucha que se había hecho en contra de los ejes viales de Hank González ("Un maestro pobre, es un pobre maestro"); el apoyo a los afectados por las explosiones de San Juanico y a las luchas de las guerrillas salvadoreña y nicaragüense; los eventos realizados para apoyar la huelga de los obreros de El Ánfora; los talleres de pintura, música y teatro para niños y jóvenes...

Durante un buen tiempo, sospechamos que el robo lo habían efectuado conocidos nuestros, cercanos, pues quienes la hurtaron se dirigieron directamente al tapanco donde se encontraba encubierta la consola de sonido. Entre nosotros, en confianza, pronunciábamos los nombres de quienes sospechábamos. Pero no teníamos ninguna prueba y recurrir a la "justicia" no nos otorgaba ninguna garantía de recuperar nuestro aparato tan indispensable. Mauricio y Cuauhtémoc se alejaron. Karuki también. La programación se empobreció, ya no más Tania Libertad, recién llegada de Perú, ni danza contemporánea de Barro Rojo o del Ballet Folklórico Magisterial o cine independiente y clásico mexicano (Redes, Vámonos con Pancho Villa), no más Charles Chaplin, no más película prestadas, incluido el proyector, por el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la UNAM o por SAFRA... ni participación con Óscar Menéndez en documentales como se hizo en Primer Cuadro (1979)...Ya no más música de Un Viejo Amor o funciones con Circo, Maroma y Teatro... o exposiciones de grabado de Fernando Vilchis y Leticia Tarragó... o mesas redondas con Nésto García Canclini, con Alberto Hijar, con Héctor Azar, con Susana Alexander, con Gustavo Sáins... ni lectura de nuestros carteles-cuento con la actriz Aurora Clavel y con Rolando Ícita, locutor de Radio Educación, en la Sala Manuel M. Ponce, del Palacio de Bellas Artes...

En uno de nuestros últimos eventos se presentó Rockdrigo, el Profeta del Nopal, días antes de su muerte acontecida durante el sismo del amanecer del 19 de septiembre de 1985.

Irónicamente, la Peña Morelos se reanimó por esa catástrofe que arrasó extensas zonas de la Ciudad de México. Después del sismo de ese día y del siguiente, mucha gente acudió a nuestro local a solicitar ayuda y a ofrecerla. Casi de inmediato llegaron materiales de San Juanico y de campesinos de Veracruz, a los que anteriormente habíamos apoyado. En poco tiempo el local de la Peña Morelos empezó a llenarse de víveres, de polines, de ropa, de agua embotellada, de leche, de alimentos para bebés...

Con todo ese acopio, también llegaron las "oportunas" organizaciones sociales y políticas "de izquierda". Los compañeros de la Unión de Inquilinos de la Colonía Morelos (UICM), que sesionaban en el local de la Peña, invitaron a participar en la reconstrucción a miembros de la Unión de Inquilinos de la Colonia Guerrero (UICG), quienes acudieron pertenecían a Acción Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR).

Entretanto, un trailer se estacionó enfrente de la Peña Morelos. Su extensa caja exhibía sus muy visibles logotipos del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Estuvo ahí hasta que protestamos. Pero la gente de ese partido, además de dejar los víveres, se enquistó en las asambleas de los demandantes de vivienda.

Tampoco faltaron los militantes de la Organización Independiente Revolucionaria Línea de Masas (OIR-LM). Con la conjunción de todos ellos, que contaron con la aceptación de algunos miembros de la Peña y de la UICM, se acabó de diluir la Peña Morelos...

A los que quisimos continuar siendo independientes, como Peña Morelos, se nos arrebató el nombre (en corto, un nefasto personaje del PRT, me amenazo con echarnos encima a los solicitantes de vivienda cuando realizáramos nuestros eventos; presenciaron el suceso, quien encabezaba a la gente de ACNR -posteriormente fue diputado federal- y un apreciado compañero de la Peña Morelos; con su silencio, ambos, se hicieron cómplices del lidercillo) y se conformó la Unión de Inquilinos de la Colonia Morelos-Peña Morelos...

Así aconteció. Vista la notoria inutilidad del gobierno de Miguel de la Madrid, se agudizaron los golpes bajos para recibir financiamiento de instituciones internacionales (que no quisieron entregar éste a la corrupción gubernamental) la que permitiría iniciar la reconstrucción de las viviendas por medio de las organizaciones pertenecientes al Movimiento Urbano Popular (MUP). Dentro de éste, la UICM-PM se adhirió a la Asamblea de Barrios...

Se levantaron centenares de viviendas y, pasado el tiempo, se sacó provecho personal y político por parte de muchos de los líderes de "izquierda" que encabezaron la reconstrucción: diputaciones, senadurías, jefes delegacionales, subdelegaciones, puestos públicos en los gobiernos opositores, ¡ganados por la ciudadana en la capital del país!, de Cuauhtémoc Cárdenas y de Andrés Manuel López Obrador; con Marcelo Ebrad no les ha ido tan bien...

Pero esa es otra historia... que dejo para cuando la nostalgia y cierto sabor amargo me lo permitan.

PD: Por cierto, hoy en día, lo peor del Partido Revolucionario Institucional (PRI): el fraudulento Carlos Salinas de Gortari y el represor de Atenco, pero muy atildado, desde el copete para abajo, Enrique Peña Nieto (después de los putrefactos "desgobiernos" de Vicente Fox y de Felipe Calderón, del Partido Acción Nacional), se preparan para asaltar el poder ¡otra vez! Es una desgracia.

Pero esto no me desanima, porque, lo sé, lo he constatado, lo que parece inverosímil es posible: mañana, cualquier día, la verdadera democracia puede surgir de manera inesperada, insospechada, para bien de todos.

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